domingo, 17 de mayo de 2015

Dreams of a Life

A pesar de todos los cambios y todo lo que va pasando, parece mentira eso de no tener muchas cosas que contar. Nos hacemos mayores.

Después de un viaje a Valladolid contado resumidamente y rebien por K. Saintson (qué ganas de probar otra vez los miguelitos :__), despedidas joviales y emotivas con apertura matrimonial incluída (cómo suena eso)..., momentos en familia y mucho más. Ahora toca "descansar", eso si sin dejar de hacer cosas, como la ruta que me marqué ayer con una guiri que me encontré por ahí.

Miguelitos Vallisoletanos

Rutica con la guiri

Y cambiando totalmente de tercio:

El otro día vi el documental Dreams of a life, en el que se ha basado Steven Wilson para su último disco Hand Cannot Erase. Sinceramente... me esperaba algo más del documental, pero no deja de ser impactante y sobrecogedor.
Cuenta lo que se conoce de la vida de Joyce Vincent a través de gente que la conoció a lo largo de su vida.
¿Y quién era Joyce Vincent? pues según parece fue un caso muy sonado en Londres en el año 2006: la policía encontró a Joyce de 39 años muerta en su casa de alquiler, hasta ahí puede ser una noticia de las que ves cada día chorrocientasmil veces en el telediario. La cuestión es que llevaba muerta en casa 3 años, desde 2003. La encontraron sentada en el sofá, con la televisión encendida, regalos de navidad al lado y  un vestido azul...todo muy turbio. Los forenses no pudieron detectar la causa de la muerte por el estado del cuerpo.
El documental se centra en lo increíble del caso: cómo teniendo familia, habiendo tenido buenos amigos, varias parejas, siendo una muchacha que llamaba la atención de la gente en general, guapa, cantaba, alegre y eficiente en el trabajo...Nadie la echó en falta durante ese tiempo.
Es más... ¿tres años sin pagar facturas y no le cortaron la luz ni al casero se le ocurrió ir a ver qué pasaba o echarla?
Sé que si me muero a día de hoy, por suerte esto es imposible que me ocurra, pero no deja de impactar lo alienados que vivimos en nuestras ciudades, cada uno con su vida, sin que te importe el vecino un carajo. ¡A vivir todos al pueblo! que ahí si que no ocurren estas cosas.




jueves, 7 de mayo de 2015

















Hiciste tambalearse el mundo de unos cuantos: tirando al suelo pilares básicos como esa idea constante de inmortalidad que necesariamente está ahí, permanente en nuestras vidas.
Parece ser que cuando intuyes que todo se acaba valoras y aprecias con cariño todas las pequeñas cosas de la vida, agradeces y ya no te da vergüenza decir un te quiero, o lo orgulloso que te sientes de los tuyos...pero en vez de ser una sensación totalmente plena y bonita es también arrepentimiento por no haber saboreado lo suficiente cada momento y por haber dejado escapar o evitado cosas que debías haber hecho, y haber hecho cosas de las que no te sientes orgulloso.
Siempre es agria una despedida porque nunca deja de ser la espera de algo inevitable y en esos momentos quieres acaparar todo el tiempo del mundo en unos días...Y todo el tiempo del mundo se te queda corto.

Esa presencia del final que generalmente evitamos debería estar mucho más presente, no en forma de miedo y tristeza sino como aprendizaje: Aprovecha el día a día y vive pensando en hoy. Y no le des importancia a las chorradas.